Biografías de un poema. Segunda Parte.
biografías de un poema
Segunda parte: El
poema se enamora
A primera vista
Recuerdo el sentimiento de
haber quedado prendido,
preñado por los ojos y los poros,
preñado por los ojos y los poros,
flotando,
holgado, como
una carne y una piel desnudas.
una carne y una piel desnudas.
Cierre los ojos
Agarre un pañuelo y métaselo en la boca.
Átese los pies, con fuerza.
Acuéstese en el suelo.
Respire profundo y hunda la
cabeza en un pozo.
Con las manos llénelo de tierra.
Tape las orejas, la nariz, los ojos,
la cabeza entera de ser posible.
Anule todos los sentidos, sienta
cómo el mundo entero desaparece.
Cuente unos segundos infinitos.
Sienta cómo se le acaba el aire,
cómo se le entumecen las piernas,
cómo se estruja el estomago, cómo se
detiene la sangre, cómo se le pegan los
pulmones al pecho, cómo se le retuerce
el cuerpo entero a espasmos.
Pelee contra su instinto,
hunda más la cabeza, muerda más el
pañuelo,
sienta el comienzo de un dolor, de unas
puntadas que crecen, de una angustia
inexplicable.
Sienta cómo el corazón deja de latir.
Deje que el desasosiego lo invada, que
la ausencia lo
llene todo. Aguante, aguante hasta el
último segundo,
en que lo único que le queda es la
desesperación más absoluta.
Y cuando esté a punto de morir, saque
la cabeza, escupa
el pañuelo y grite. ¡Grite con todo la
bronca del mundo!
Eso, es lo más cerca que estará, de
sentir lo que es
extrañar por amor.
La Naturaleza de (y) Ella
para
la mujer Dalí
Llueve a cantaros afuera,
a granel como a mí me gusta decir.
Hace días que la naturaleza tiene tu
ruido y tus imágenes.
No es el recuerdo de tu persona,
es tu persona esparcida en partículas
como una constante que viaja de un
pasto a otro, casual, móvil, eterna,
evanescente.
Un rulo naranja, tuyo, en un fogón
un acorde en una guitarra que no
pierde el sonido nunca por el eco.
Un aroma a marihuana escondido.
Una sombra para pensar
una piedra para escribir
un campo para dormir
una flor para extrañar.
En el contorno del sol el límite de
tu creatividad asciende,
gana en luz y descubre todo a la vista,
se esconde y se transforma en luz
nocturna
hermosa que atisba un secreto, un
destello.
Tal vez sí lo sea, tal vez
es tu recuerdo, el de tu persona
en la plenitud de tu ser, transmitido
a todos los espacios, a través de mis
ojos.
La faena
Un beso dulce siembra tierra amorosa.
Un beso amargo cosecha dudas.
Una lágrima riega el campo donde
florecen cardos. Una cachetada
azota los frutos que se apresuran veloces y
filosos contra la tierra que parió besos.
Un beso amargo cosecha dudas.
Una lágrima riega el campo donde
florecen cardos. Una cachetada
azota los frutos que se apresuran veloces y
filosos contra la tierra que parió besos.
Letras suyas
Leo línea a línea
y veo entre las palabras mezclarse
sus nombres: sugeridos,
imprevistos, inconscientes.
Leo los versos que mientan
sus recuerdos y pasiones.
Mezclo la “eternidad”, el “alma”
y el “infinito” con el nombre
de tu ritmo y de tu música.
Leo “niñez” y “dulzura”,
y amores “inocentes” y genuinos,
amores ruborizados e infantiles,
y pienso en tu nombre que tiene
las iniciales de la Luna y de la Luz.
Leo, y el nombre que articula los demás
me habla de tormentos y dolores.
Y de dialécticas que encierran el amor
entre el misterio y el desconcierto,
y de los amores que no fueron ni serán.
Y entonces ya no pienso en “vos” sino en “ti”,
y en que ni todas las cañas de tu país
pudieron golpear mi sed.
Las leo a las tres intercaladas en mis páginas.
Agazapadas en mis esperanzas y temores,
esperando que abra estas páginas que abren
mi alma, para cotejar que todavía están ahí,
que tal vez nunca se irán.
y veo entre las palabras mezclarse
sus nombres: sugeridos,
imprevistos, inconscientes.
Leo los versos que mientan
sus recuerdos y pasiones.
Mezclo la “eternidad”, el “alma”
y el “infinito” con el nombre
de tu ritmo y de tu música.
Leo “niñez” y “dulzura”,
y amores “inocentes” y genuinos,
amores ruborizados e infantiles,
y pienso en tu nombre que tiene
las iniciales de la Luna y de la Luz.
Leo, y el nombre que articula los demás
me habla de tormentos y dolores.
Y de dialécticas que encierran el amor
entre el misterio y el desconcierto,
y de los amores que no fueron ni serán.
Y entonces ya no pienso en “vos” sino en “ti”,
y en que ni todas las cañas de tu país
pudieron golpear mi sed.
Las leo a las tres intercaladas en mis páginas.
Agazapadas en mis esperanzas y temores,
esperando que abra estas páginas que abren
mi alma, para cotejar que todavía están ahí,
que tal vez nunca se irán.
Aprender a hablar
Quiero compartir el silencio.
Que te sientes al lado mío y
haciendo lo que quieras
acompañes mi lectura.
No tengo nada que decirte.
Permitiría que interrumpas mi
silencio sólo para no responder
y hacer más profundo mi mutismo.
Todavía no te quiero, tampoco
sé si te voy a querer. Y sin embargo
todo lo que quiero es tu compañía.
Tu silenciosa y material presencia
en el sillón de al lado.
¿Que algo en mi se rompió? Tal vez.
¿Me olvidé el sentido de las palabras?
¿Me desacostumbré a que sólo duelan?
¿Me di por vencido frente a su divorcio
del alma, de la verdad, de una emoción
real?
O será que tan solo descubrí
que en el más absoluto silencio
de la cercanía de dos cuerpos
también se puede querer.
Olvidar I
Los
puños se aprietan hasta sangrar.
Los
dedos se retuercen hasta quebrar
y
las muñecas se tiran hasta arrancar
las
manos de los brazos.
Los
párpados se enrollan con dolor
y
las pupilas se contraen junto al
ojo
que se achicharra con el ardor
del
iris.
Los
capilares explotan. La sangre
desborda
los márgenes de la nariz.
Las
fosas se obstruyen y el aire no
circula
más.
Los
músculos tensan la mandíbula
mientras
la lengua sangra entre el
chirrido
de los dientes y el ácido de
la
saliva.
Las
vértebras se encolumnan en
parábolas
y todo el cuerpo se
ovilla
en espasmos de bronca.
El
cuerpo entero desfallece
y
en el fondo, claro, límpido,
desesperado,
se escucha el grito
de
un alma: ¡que hago con estas
ganas
de amar!
Olvidar
II
Te mastica con paciencia, te gruñe.
Te tira con violencia de los nervios.
Te muerde los tendones del bíceps.
Te extirpa con las uñas las fibras del gemelo.
Te despedaza los pectorales con pinzas.
Te desgarra la piel a tarascones, te descuaja el
hígado y lo condimenta para los perros.
Al pulmón le mete un embudo directo con
ácido nitroso y sulfato de sodio.
Con los intestinos juega a saltar la soga.
Al corazón te lo revienta, tritura, patea,
disecciona, arrastra, estruja, rompe,
rebana, pica, descuartiza y destroza.
La sangre te la sorbe, te la chupa, la succiona.
La degusta, la hierve, la traga, la escupe,
la regurgita y te la vomita.
Te atraviesa con una lanza, te degüella.
Te calcina, te cocina, te deshuesa, te cuerea
Te desuella los ojos, te demuele los dientes
Te aplasta la mandíbula, te corta las orejas,
Te estaca los genitales, te revienta a piñas
Te dispara, te ahorca, te tortura, te asfixia
Te golpea, te quema, te apuñala, te estrangula
Te desintegra, te aniquila.
Te tira con violencia de los nervios.
Te muerde los tendones del bíceps.
Te extirpa con las uñas las fibras del gemelo.
Te despedaza los pectorales con pinzas.
Te desgarra la piel a tarascones, te descuaja el
hígado y lo condimenta para los perros.
Al pulmón le mete un embudo directo con
ácido nitroso y sulfato de sodio.
Con los intestinos juega a saltar la soga.
Al corazón te lo revienta, tritura, patea,
disecciona, arrastra, estruja, rompe,
rebana, pica, descuartiza y destroza.
La sangre te la sorbe, te la chupa, la succiona.
La degusta, la hierve, la traga, la escupe,
la regurgita y te la vomita.
Te atraviesa con una lanza, te degüella.
Te calcina, te cocina, te deshuesa, te cuerea
Te desuella los ojos, te demuele los dientes
Te aplasta la mandíbula, te corta las orejas,
Te estaca los genitales, te revienta a piñas
Te dispara, te ahorca, te tortura, te asfixia
Te golpea, te quema, te apuñala, te estrangula
Te desintegra, te aniquila.
Y sólo te ha dicho “adiós”.
Olvidar III
Intenta
negarme, jurar que no he existido.
Quemarme
y quemar mis cenizas.
Nada servirá.
Nada servirá.
Recordarás siempre
haberme olvidado.
La sentencia de tu olvido
Este
poema es la
sentencia de tu olvido.
Con
él te voy a escribir y amar
por
última vez.
Este
poema, suicidio de escritor
amante,
es mi reencarnación en topo.
Mi
vuelta a las entrañas de la tierra,
a
los guarismos de una vida nueva,
al
calor de la lava subterránea, a los
nutrientes
de gusano, a la inconsistente
levedad
del polvo y su contingencia y su multiplicidad de ser barro o
arcilla.
Este
poema es la sentencia de tu olvido.
Con
él pretendo volverte ciega y muda.
Un
rostro invisible. Un cuerpo helado
que
nunca, ¡jamás!, pueda volver a encender
mi
corazón, ningún corazón.
Este
poema que es la sentencia de
tu
olvido, puede que me lleve a recordarte
en
cada justo detalle, a revivir una vez más
el
ardor de tu amor y desesperarme
por
tenerte otra vez.
Pero
este poema, que es la sentencia
definitiva
de tu olvido,
lo
es, simple y sencillamente,
por
que en él me voy a matar,
ahora,
acá, en este punto final.
Lejanía
No paso un día sin notar lo
lejos
lejos
que está tu Mundo del mío.
Soy consciente del
fracaso estrepitoso
que sería intentar
volver a tus besos.
Y la idea siempre volviendo
siempre volviendo
siempre
volviendo
siempre volviendo
siempre
volviendo
...siempre volviendo...
Derecho a huelga
¿Y... qué le digo a mi balcón
declarado en huelga?
¿Qué culpa tengo yo si con la lluvia o
la luz de la
luna ya no le basta?
¿Qué decirle frente a su convicción
de que tu
presencia era la única razón de la
envidia de
todos los balcones de la Cañada?
¿Qué responder ante sus insultos
enervados por
mi estúpida estrategia de querer
consolarlo con
unas macetas de girasoles y albahacas?
¡Cuántas veces debo decirte, balcón,
que no te
reemplacé por la pieza o la terraza o
las escaleras
adonde ahora llevo mis penas a llorar!
¿No entendés que también lo hago por
vos, para
que mi tristeza no multiplique la tuya?
Yo también quiero declararme en huelga,
porque hasta
que consigas que su presencia vuelva, en
tu lugar, balcón,
para mí no hay luna, ni lluvia, ni
viento, ni girasoles,
ni albahacas; tan solo el vértigo de
una caída, un grito de
ocho pisos y el impacto contra el vacío.
Elogio del llanto
Mi
ventana tiene lluvia.
Mi
balcón se relame de lluvia.
Todos
los edificios salpican lluvia.
Las
nubes me refregan con sorna
sus
millones de gotas de lluvia.
La
tierra me espeta su aroma de lluvia.
Mis
pies chapotean lluvia y mi pelo
sacude
lluvia.
Mis
hombros se encojen de lluvia y
mi
espalda se enfría de lluvia.
Las
calles y los autos hacen ruido
de
lluvia, y los pájaros hacen silencio
de
lluvia.
En
la luna unas pequeñas partículas de
polvo
se levantan, con cada gota que cae
de
lluvia.
Un
perro ladra lluvia.
Una
palabra se destiñe y corre negra por la hoja
y
en la historia adentro de mi libro, llueve.
Llueve
adentro de los caracoles y abajo de las piedras.
Llueve
adentro del cuerpo, llueve adentro del alma.
Llueve
y se mojan las ideas, llueve sobre el agua de lluvia,
llueve
adentro de la lluvia, y ni un átomo de toda esa lluvia
es
capaz de alcanzar la sequedad de mis ojos que
se
olvidaron cómo llorar, cómo llover.
Merecido
Yo
merezco este sufrimiento.
Lo
sé porque he ejecutado todas
las
instrucciones de todos los
manuales
en todos los idiomas,
del
arte de perderte.
Incomprensión
Le reprocha su constante ausencia
mientras se convierte en una línea de
fuga
imposible de alcanzar.
Le encanta su presencia pero vuelve
invisible
su cuerpo a las caricias que la tocan.
Le encanta escucharlo hablar pero cierra
su
comprensión a lo que esas palabras
dicen.
Se siente orgullosa de él, pero no de
lo que hace,
de cómo lo hace, de lo que piensa, dice
o escribe.
Le encanta la forma en que la ama, pero
no comprende
lo que ese amor significa.
Se enamoró de todo lo que es él,
que es nada de lo que él es.
Sabe todo lo que piensa y lo que siente
y sin embargo no puede adivinarlo en su
mirada.
Le dice “te quiero” mientras lleva
enérgicamente
su puño para atrás para bajarle uno o
dos dientes.
Le dice “te amo” mientras tira
desesperadamente
del corazón buscando arrancárselo.
Y lo dice todo, lo hace
todo, sinceramente,
sentidamente, sin querer lastimarlo.
Pequeña venganza
Me meto en la cama
respiro fuerte, bien fuerte.
Pongo a Ravel, dos veces.
Toso sin culpa.
Y me froto los pies
hasta dormirme plácidamente.
Último haiku
Esa vena no es tuya.
Esa navaja tiene filo.
Esa gota es de mi sangre.
¿Estás ahí?
No hagas eso.
¡Duele!
No te vayas.
Sí, podés morder.
Esa vena no es tuya.
Esa navaja tiene filo.
Esa gota es de mi sangre.
¿Estás ahí?
No hagas eso.
¡Duele!
No te vayas.
Sí, podés morder.
Adiós I
¿Alguien
sabe dónde termina la Cañada?
¡No! Nunca me lo digan, ahí vi irse hoy,
supurando lágrimas de hedor, un último
pedazo de corazón.
¡No! Nunca me lo digan, ahí vi irse hoy,
supurando lágrimas de hedor, un último
pedazo de corazón.
Adiós II
Llorar, no escribir poesía,
Llorar.
Llorar con bronca, no tirar una taza
desde el octavo piso.
Llorar con miedo, no esquivar la cama
con insomnio.
Llorar desconsolado, no poner los ojos
duros
al viento helado del balcón.
Llorar puteando, no seguir descubriendo
la
capacidad inútil de abandonar, sin
mirar atrás.
Llorar mucho, con rabia, con tristeza
con la garganta echa un nudo y el
estómago retorcido.
Llorar con mucho dolor, con la cara
hundida
en la almohada y la dientes bien
apretados.
Llorar todo, hasta olvidar.
Amar, alguna vez, sin tener que llorar.
Recordame
una vez mas, para
vos
Recordame, ¿por qué
te amo?
No me digás que
porque me hacés feliz,
o porque vos también
me amás.
No, nada de eso
¡recordame por qué te amo!
Y
no te lo pregunto, te lo exijo: recordame ya, por qué te amo.
Y ni se te ocurra
decirme que por la pasión de los abrazos,
por
la locura del sexo o por la desesperación de los besos.
Recordame
por qué te amo, sin invocar ni una sola de
nuestras noches
maravillosas,
de
nuestras noches de lujuria,
de
nuestros cuerpos desnudos a la luna.
Recordame
por qué te amo, sin mencionar una sola
de
las palabras de los mil poemas que te escribí
para decirte por qué
te amo.
Destruilo todo,
nuestro pasado, nuestro futuro, nuestro presente,
desterrá de vos, de
tu cuerpo, de tu recuerdo y de tu corazón,
toda insistencia
de mí.
Y recordame, por
favor, recordame por qué te amo,
por qué te sigo
amando, por qué no puedo dejar de amarte.
Imaginé
para Catita
Imaginé el
recorrido del Nautilus,
de ida y de
vuelta.
Imaginé los años
de cada veta en círculo de
cada roble de mil
vetas de cada bosque
de mil robles.
Imaginé cada una
de las extensiones de
una enamorada del
muro, en la muralla china,
de punta a punta.
Imaginé cada
movimiento de cada uno de los
granos de arena de
Marruecos hasta el Sahara.
Imaginé todos y
cada uno de los copos de nieve
caídos en la
Antártida.
Imaginé todas las
espinas y flores de cactus
del Ambato y el
Ancasti.
Imaginé todos los
glóbulos rojos
de mi sangre
explotando.
Imaginé millones
de partículas y átomos
golpeándose
antes de que comenzara el universo.
Imaginé que todo
eso entraba en uno solo de tus besos
y quise
nunca jamás dejar de besarte.
Deseos
¿Con qué se sacia el apetito de
belleza?
¿Con cuántos cuerpos desnudos?
¿Con cuántas piernas, manos y
torsos enredados en lujuria?
¿Qué notas componen el gemido de
placer del primer roce de belleza?
¿A qué sabe la belleza?¿Será a una
mandarina o más bien a una torta de
limón?
¿Cuánto del deseo puede consumir
la belleza? ¿Cuánto del amor?
¿Qué tiempo dura la belleza?
¿Cuánto se tarda en olvidarla?
¿Quién, la belleza? Y qué si tu
nombre
o tu cuerpo o tu alma nada tienen que
ver con la belleza. Yo de todas formas
voy a consumir en ellos todos mis
deseos.
Vos
Llevo
meses y días amándote,
lunas
y soles amándote.
Tardes,
mañanas, noches y
siestas
amándote.
Días
de lluvia y días de viento amándote.
Noches
alegres y noches tristes amándote.
Llevo
tres noches seguidas soñándote y
tres
noches seguidas besándote y
entre
sueños amándote.
Me
reí amándote y llore amándote.
Me
metí entre tus piernas y
entre
tu sexo, amándote.
Te
escribo amándote y te pienso amándote,
pero
no logro imaginarte amándote.
No
encuentro ni comisuras de labios rojos,
ni
curvas de caderas, ni entrepiernas generosas,
ni
uñas carnívoras, ni ojos profundos,
ni
miradas tiernas o enfurecidas.
No
encuentro un nombre que pronunciar
ni
un recuerdo que invocar.
No
encuentro ni el olor de tu pelo,
ni
el de tu cuerpo transpirado,
ni
el que expulsa la grieta de tu sexo.
No
conozco el ruido de tu apetito
o
el sonido de tus gritos; no reconozco la
pasión
de tus gemidos o la bronca de tus insultos.
No
sé cómo consolarte, excitarte, o adormecerte,
ni
cómo llamarte a mi lado cuando te extraño.
No
sé nada de vos, ni siquiera si existís.
¡¿Y
qué?!, Me mirás como si alguna de esas
cosas
fuera necesaria para amarte.
Decidir
Podrás pensar que
estoy loco.
Pero si el precio
de volver a amarte
es dejar de
escribirte, entonces,
hay una decisión
que no he tomado aún.
con
la certeza de tu cuerpo me sentí tuyo,
con
tus besos sentí mi boca extraviarse,
con
vos no hay mundo que se interponga,
con
vos intento detener el tiempo del beso,
con
vos la eternidad del momento,
con
vos el viaje sin tiempo,
con
vos salir de mi cuerpo, sacar mi alma,
y
llevarla de tu mano afuera del mundo.
Promesa
Qué puedo responder... si no tengo
tus besos, no tengo tus caricias, no
tengo tu cuerpo, no tengo tu presencia,
ni si quiera tu recuerdo que me inspire
una metáfora.
Me dedico por completo, hora tras hora a
construir
los argumentos que yo mismo apelo en mi
contra, y
por los cuales me objeto, me sentencio y
mando preso.
Pero la sentencia se repite "no
tengo tus besos, no tengo tus
caricias, no tengo tu cuerpo"... Y
yo apelo de nuevo,
recuso la sentencia, abdico al universo
de las leyes,
me declaro perteneciente de otro Estado,
de otro Mundo.
Duermo dos noches tranquilo, tal vez,
tres. Un desayuno en paz,
dos capítulos de un libro sin perder la
razón.
Pero el engaño no dura mucho, me
tropiezo con una foto tuya,
unas palabras, un mensaje, cualquier
cosa. Y las preguntas
reaparecen. Me sientan en el banquillo,
me ponen a pensar,
revisan los argumentos, los moldean con
nuevas dudas, con
otros elementos, se transforman de mil
maneras para llegar
al mismo lugar "no tengo tus besos,
no tengo tus caricias,
no tengo tu cuerpo"...
Gritar no sirve de nada, patear las
paredes tampoco.
No hay límite en que la furia se
detenga.
Es que... yo no tengo porque responder,
¡nada que responder!,
¡y que si no tengo tus besos, ni tus
caricias, ni tu cuerpo!
¿y que si me quitaste todo y se lo
regalaste a un pájaro,
a un cuadro, a una noche fría de
Madrid, a un flaneur de labios rosados?,
¡Y qué!, que si no puedo responder,
quien me lo va impedir,
quien me lo va negar, quien me va
prohibir seguir amándote del sólo recuerdo
de tu amor, de la sola promesa de tu
amor al volver.
Carta
ya no me queda nada más que este rectángulo blanco,
cada vez mas irreal, en forma de palabras tiradas a la nada
y la confesión harto repetida, de un amor que se canso
de esperar, que ya no sabe que más inventar:
con
vos toda la poesía se incrusta en la piel,
con
la certeza de tu cuerpo me sentí tuyo,
con
tus besos sentí mi boca extraviarse,
con
vos no hay mundo que se interponga,
con
vos intento detener el tiempo del beso,
con
vos la eternidad del momento,
con
vos el viaje sin tiempo,
con
vos salir de mi cuerpo, sacar mi alma,
y
llevarla de tu mano afuera del mundo.
Te ama y te espera, apilando besos y caricias,
yo.
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