martes, 2 de diciembre de 2014

Biografías de un poema. Segunda Parte.



                     biografías de un poema






Segunda parte: El poema se enamora





A primera vista


Recuerdo el sentimiento de
haber quedado prendido,
preñado por los ojos y los poros,
flotando, holgado, como
una carne y una piel desnudas.




Cierre los ojos

Agarre un pañuelo y métaselo en la boca.
Átese los pies, con fuerza.
Acuéstese en el suelo.
Respire profundo y hunda la
cabeza en un pozo.
Con las manos llénelo de tierra.
Tape las orejas, la nariz, los ojos,
la cabeza entera de ser posible.
Anule todos los sentidos, sienta
cómo el mundo entero desaparece.
Cuente unos segundos infinitos.
Sienta cómo se le acaba el aire,
cómo se le entumecen las piernas,
cómo se estruja el estomago, cómo se
detiene la sangre, cómo se le pegan los
pulmones al pecho, cómo se le retuerce
el cuerpo entero a espasmos.
Pelee contra su instinto,
hunda más la cabeza, muerda más el pañuelo,
sienta el comienzo de un dolor, de unas
puntadas que crecen, de una angustia inexplicable.
Sienta cómo el corazón deja de latir.
Deje que el desasosiego lo invada, que la ausencia lo
llene todo. Aguante, aguante hasta el último segundo,
en que lo único que le queda es la desesperación más absoluta.
Y cuando esté a punto de morir, saque la cabeza, escupa
el pañuelo y grite. ¡Grite con todo la bronca del mundo!
Eso, es lo más cerca que estará, de sentir lo que es
extrañar por amor.




La Naturaleza de (y) Ella

                                                  para la mujer Dalí

Llueve a cantaros afuera,
a granel como a mí me gusta decir.
Hace días que la naturaleza tiene tu
ruido y tus imágenes.

No es el recuerdo de tu persona,
es tu persona esparcida en partículas
como una constante que viaja de un
pasto a otro, casual, móvil, eterna, evanescente.

Un rulo naranja, tuyo, en un fogón
un acorde en una guitarra que no
pierde el sonido nunca por el eco.
Un aroma a marihuana escondido.

Una sombra para pensar
una piedra para escribir
un campo para dormir
una flor para extrañar.

En el contorno del sol el límite de
tu creatividad asciende,
gana en luz y descubre todo a la vista,
se esconde y se transforma en luz nocturna
hermosa que atisba un secreto, un destello.

Tal vez sí lo sea, tal vez
es tu recuerdo, el de tu persona
en la plenitud de tu ser, transmitido
a todos los espacios, a través de mis ojos.




La faena


Un beso dulce siembra tierra amorosa.
Un beso amargo cosecha dudas.
Una lágrima riega el campo donde
florecen cardos. Una cachetada
azota los frutos que se apresuran veloces y
filosos contra la tierra que parió besos.




Letras suyas


Leo línea a línea
y veo entre las palabras mezclarse
sus nombres: sugeridos,
imprevistos, inconscientes.
Leo los versos que mientan
sus recuerdos y pasiones.
Mezclo la “eternidad”, el “alma”
y el “infinito” con el nombre
de tu ritmo y de tu música.
Leo “niñez” y “dulzura”,
y amores “inocentes” y genuinos,
amores ruborizados e infantiles,
y pienso en tu nombre que tiene
las iniciales de la Luna y de la Luz.
Leo, y el nombre que articula los demás
me habla de tormentos y dolores.
Y de dialécticas que encierran el amor
entre el misterio y el desconcierto,
y de los amores que no fueron ni serán.
Y entonces ya no pienso en “vos” sino en “ti”,
y en que ni todas las cañas de tu país
pudieron golpear mi sed.
Las leo a las tres intercaladas en mis páginas.
Agazapadas en mis esperanzas y temores,
esperando que abra estas páginas que abren
mi alma, para cotejar que todavía están ahí,
que tal vez nunca se irán.





Aprender a hablar



Quiero compartir el silencio.
Que te sientes al lado mío y
haciendo lo que quieras
acompañes mi lectura.

No tengo nada que decirte.
Permitiría que interrumpas mi
silencio sólo para no responder
y hacer más profundo mi mutismo.

Todavía no te quiero, tampoco
sé si te voy a querer. Y sin embargo
todo lo que quiero es tu compañía.
Tu silenciosa y material presencia
en el sillón de al lado.

¿Que algo en mi se rompió? Tal vez.
¿Me olvidé el sentido de las palabras?
¿Me desacostumbré a que sólo duelan?
¿Me di por vencido frente a su divorcio
del alma, de la verdad, de una emoción real?

O será que tan solo descubrí
que en el más absoluto silencio
de la cercanía de dos cuerpos
también se puede querer.





Olvidar I


Los puños se aprietan hasta sangrar.
Los dedos se retuercen hasta quebrar
y las muñecas se tiran hasta arrancar
las manos de los brazos.

Los párpados se enrollan con dolor
y las pupilas se contraen junto al
ojo que se achicharra con el ardor
del iris.

Los capilares explotan. La sangre
desborda los márgenes de la nariz.
Las fosas se obstruyen y el aire no
circula más.

Los músculos tensan la mandíbula
mientras la lengua sangra entre el
chirrido de los dientes y el ácido de
la saliva.

Las vértebras se encolumnan en
parábolas y todo el cuerpo se
ovilla en espasmos de bronca.

El cuerpo entero desfallece
y en el fondo, claro, límpido,
desesperado, se escucha el grito
de un alma: ¡que hago con estas
ganas de amar!



Olvidar II

Te mastica con paciencia, te gruñe.
Te tira con violencia de los nervios.
Te muerde los tendones del bíceps.
Te extirpa con las uñas las fibras del gemelo.
Te despedaza los pectorales con pinzas.
Te desgarra la piel a tarascones, te descuaja el
hígado y lo condimenta para los perros.
Al pulmón le mete un embudo directo con
ácido nitroso y sulfato de sodio.
Con los intestinos juega a saltar la soga.
Al corazón te lo revienta, tritura, patea,
disecciona, arrastra, estruja, rompe,
rebana, pica, descuartiza y destroza.
La sangre te la sorbe, te la chupa, la succiona.
La degusta, la hierve, la traga, la escupe,
la regurgita y te la vomita.
Te atraviesa con una lanza, te degüella.
Te calcina, te cocina, te deshuesa, te cuerea
Te desuella los ojos, te demuele los dientes
Te aplasta la mandíbula, te corta las orejas,
Te estaca los genitales, te revienta a piñas
Te dispara, te ahorca, te tortura, te asfixia
Te golpea, te quema, te apuñala, te estrangula
Te desintegra, te aniquila.

Y sólo te ha dicho “adiós”.




Olvidar III

Intenta negarme, jurar que no he existido.
Quemarme y quemar mis cenizas.
Nada servirá.
Recordarás siempre haberme olvidado.




La sentencia de tu olvido



Este poema es la sentencia de tu olvido.
Con él te voy a escribir y amar
por última vez.
Este poema, suicidio de escritor
amante, es mi reencarnación en topo.
Mi vuelta a las entrañas de la tierra,
a los guarismos de una vida nueva,
al calor de la lava subterránea, a los
nutrientes de gusano, a la inconsistente
levedad del polvo y su contingencia y su multiplicidad de ser barro o arcilla.
Este poema es la sentencia de tu olvido.
Con él pretendo volverte ciega y muda.
Un rostro invisible. Un cuerpo helado
que nunca, ¡jamás!, pueda volver a encender
mi corazón, ningún corazón.
Este poema que es la sentencia de
tu olvido, puede que me lleve a recordarte
en cada justo detalle, a revivir una vez más
el ardor de tu amor y desesperarme
por tenerte otra vez.
Pero este poema, que es la sentencia
definitiva de tu olvido,
lo es, simple y sencillamente,
por que en él me voy a matar,
ahora, acá, en este punto final.







Lejanía

No paso un día sin notar lo
 
                                                               lejos
 
                                                                                                lejos
 

que está tu Mundo del mío.   
 
Soy consciente del 
fracaso estrepitoso 
que sería intentar
volver a tus besos.
 
 
Y la idea siempre volviendo
                      siempre volviendo
             siempre volviendo
                     siempre volviendo 
                                     siempre volviendo
                       ...siempre volviendo...




Derecho a huelga

¿Y... qué le digo a mi balcón declarado en huelga?
¿Qué culpa tengo yo si con la lluvia o la luz de la
luna ya no le basta?
¿Qué decirle frente a su convicción de que tu
presencia era la única razón de la envidia de
todos los balcones de la Cañada?
¿Qué responder ante sus insultos enervados por
mi estúpida estrategia de querer consolarlo con
unas macetas de girasoles y albahacas?
¡Cuántas veces debo decirte, balcón, que no te
reemplacé por la pieza o la terraza o las escaleras
adonde ahora llevo mis penas a llorar!
¿No entendés que también lo hago por vos, para
que mi tristeza no multiplique la tuya?
Yo también quiero declararme en huelga, porque hasta
que consigas que su presencia vuelva, en tu lugar, balcón,
para mí no hay luna, ni lluvia, ni viento, ni girasoles,
ni albahacas; tan solo el vértigo de una caída, un grito de
ocho pisos y el impacto contra el vacío.



Elogio del llanto

Mi ventana tiene lluvia.
Mi balcón se relame de lluvia.
Todos los edificios salpican lluvia.
Las nubes me refregan con sorna
sus millones de gotas de lluvia.
La tierra me espeta su aroma de lluvia.
Mis pies chapotean lluvia y mi pelo
sacude lluvia.
Mis hombros se encojen de lluvia y
mi espalda se enfría de lluvia.
Las calles y los autos hacen ruido
de lluvia, y los pájaros hacen silencio
de lluvia.
En la luna unas pequeñas partículas de
polvo se levantan, con cada gota que cae
de lluvia.
Un perro ladra lluvia.
Una palabra se destiñe y corre negra por la hoja
y en la historia adentro de mi libro, llueve.
Llueve adentro de los caracoles y abajo de las piedras.
Llueve adentro del cuerpo, llueve adentro del alma.
Llueve y se mojan las ideas, llueve sobre el agua de lluvia,
llueve adentro de la lluvia, y ni un átomo de toda esa lluvia
es capaz de alcanzar la sequedad de mis ojos que
se olvidaron cómo llorar, cómo llover.




Merecido



Yo merezco este sufrimiento.
Lo sé porque he ejecutado todas
las instrucciones de todos los
manuales en todos los idiomas,
del arte de perderte.




Incomprensión


Le reprocha su constante ausencia
mientras se convierte en una línea de fuga
imposible de alcanzar.

Le encanta su presencia pero vuelve invisible
su cuerpo a las caricias que la tocan.

Le encanta escucharlo hablar pero cierra su
comprensión a lo que esas palabras dicen.

Se siente orgullosa de él, pero no de lo que hace,
de cómo lo hace, de lo que piensa, dice o escribe.

Le encanta la forma en que la ama, pero no comprende
lo que ese amor significa.

Se enamoró de todo lo que es él,
que es nada de lo que él es.

Sabe todo lo que piensa y lo que siente
y sin embargo no puede adivinarlo en su mirada.

Le dice “te quiero” mientras lleva enérgicamente
su puño para atrás para bajarle uno o dos dientes.

Le dice “te amo” mientras tira desesperadamente
del corazón buscando arrancárselo.

Y lo dice todo, lo hace todo, sinceramente,
sentidamente, sin querer lastimarlo.



Pequeña venganza

Me meto en la cama
respiro fuerte, bien fuerte.
Pongo a Ravel, dos veces.
Toso sin culpa.
Y me froto los pies
hasta dormirme plácidamente.






Último haiku
Esa vena no es tuya.
Esa navaja tiene filo.
Esa gota es de mi sangre. 

¿Estás ahí?
No hagas eso.
¡Duele!

No te vayas. 
Sí, podés morder.





Adiós I

¿Alguien sabe dónde termina la Cañada?
¡No! Nunca me lo digan, ahí vi irse hoy, 
supurando lágrimas de hedor, un último
pedazo de corazón.





Adiós II

Llorar, no escribir poesía,
Llorar.
Llorar con bronca, no tirar una taza
desde el octavo piso.
Llorar con miedo, no esquivar la cama
con insomnio.
Llorar desconsolado, no poner los ojos duros
al viento helado del balcón.
Llorar puteando, no seguir descubriendo la
capacidad inútil de abandonar, sin
mirar atrás.
Llorar mucho, con rabia, con tristeza
con la garganta echa un nudo y el estómago retorcido.
Llorar con mucho dolor, con la cara hundida
en la almohada y la dientes bien apretados.
Llorar todo, hasta olvidar.
Amar, alguna vez, sin tener que llorar.





Recordame
                                una vez mas, para vos


Recordame, ¿por qué te amo?
No me digás que porque me hacés feliz,
o porque vos también me amás.
No, nada de eso ¡recordame por qué te amo!

Y no te lo pregunto, te lo exijo: recordame ya, por qué te amo.
Y ni se te ocurra decirme que por la pasión de los abrazos,
por la locura del sexo o por la desesperación de los besos.

Recordame por qué te amo, sin invocar ni una sola de
nuestras noches maravillosas,
de nuestras noches de lujuria,
de nuestros cuerpos desnudos a la luna.

Recordame por qué te amo, sin mencionar una sola
de las palabras de los mil poemas que te escribí
para decirte por qué te amo.

Destruilo todo, nuestro pasado, nuestro futuro, nuestro presente,
desterrá de vos, de tu cuerpo, de tu recuerdo y de tu corazón,
toda insistencia de mí.
Y recordame, por favor, recordame por qué te amo,
por qué te sigo amando, por qué no puedo dejar de amarte.



Imaginé 
                                    para Catita

Imaginé el recorrido del Nautilus,
de ida y de vuelta.

Imaginé los años de cada veta en círculo de
cada roble de mil vetas de cada bosque
de mil robles.

Imaginé cada una de las extensiones de
una enamorada del muro, en la muralla china,
de punta a punta.

Imaginé cada movimiento de cada uno de los
granos de arena de Marruecos hasta el Sahara.

Imaginé todos y cada uno de los copos de nieve
caídos en la Antártida.

Imaginé todas las espinas y flores de cactus
del Ambato y el Ancasti.

Imaginé todos los glóbulos rojos
de mi sangre explotando.

Imaginé millones de partículas y átomos
golpeándose  antes de que comenzara el universo.

Imaginé que todo eso entraba en uno solo de tus besos
y quise nunca jamás dejar de besarte.


Deseos

¿Con qué se sacia el apetito de belleza?
¿Con cuántos cuerpos desnudos?
¿Con cuántas piernas, manos y
torsos enredados en lujuria?

¿Qué notas componen el gemido de
placer del primer roce de belleza?

¿A qué sabe la belleza?¿Será a una
mandarina o más bien a una torta de limón?

¿Cuánto del deseo puede consumir
la belleza? ¿Cuánto del amor?

¿Qué tiempo dura la belleza?
¿Cuánto se tarda en olvidarla?

¿Quién, la belleza? Y qué si tu nombre
o tu cuerpo o tu alma nada tienen que
ver con la belleza. Yo de todas formas
voy a consumir en ellos todos mis deseos.


Vos

Llevo meses y días amándote,
lunas y soles amándote.
Tardes, mañanas, noches y
siestas amándote.
Días de lluvia y días de viento amándote.
Noches alegres y noches tristes amándote.
Llevo tres noches seguidas soñándote y
tres noches seguidas besándote y
entre sueños amándote.
Me reí amándote y llore amándote.
Me metí entre tus piernas y
entre tu sexo, amándote.
Te escribo amándote y te pienso amándote,
pero no logro imaginarte amándote.
No encuentro ni comisuras de labios rojos,
ni curvas de caderas, ni entrepiernas generosas,
ni uñas carnívoras, ni ojos profundos,
ni miradas tiernas o enfurecidas.
No encuentro un nombre que pronunciar
ni un recuerdo que invocar.
No encuentro ni el olor de tu pelo,
ni el de tu cuerpo transpirado,
ni el que expulsa la grieta de tu sexo.
No conozco el ruido de tu apetito
o el sonido de tus gritos; no reconozco la
pasión de tus gemidos o la bronca de tus insultos.
No sé cómo consolarte, excitarte, o adormecerte,
ni cómo llamarte a mi lado cuando te extraño.
No sé nada de vos, ni siquiera si existís.
¡¿Y qué?!, Me mirás como si alguna de esas
cosas fuera necesaria para amarte.




Decidir


Podrás pensar que estoy loco.
Pero si el precio de volver a amarte
es dejar de escribirte, entonces,
hay una decisión que no he tomado aún.



Promesa

Qué puedo responder... si no tengo
tus besos, no tengo tus caricias, no
tengo tu cuerpo, no tengo tu presencia,
ni si quiera tu recuerdo que me inspire
una metáfora.
Me dedico por completo, hora tras hora a construir
los argumentos que yo mismo apelo en mi contra, y
por los cuales me objeto, me sentencio y mando preso.
Pero la sentencia se repite "no tengo tus besos, no tengo tus
caricias, no tengo tu cuerpo"... Y yo apelo de nuevo,
recuso la sentencia, abdico al universo de las leyes,
me declaro perteneciente de otro Estado, de otro Mundo.
Duermo dos noches tranquilo, tal vez, tres. Un desayuno en paz,
dos capítulos de un libro sin perder la razón.
Pero el engaño no dura mucho, me tropiezo con una foto tuya,
unas palabras, un mensaje, cualquier cosa. Y las preguntas
reaparecen. Me sientan en el banquillo, me ponen a pensar,
revisan los argumentos, los moldean con nuevas dudas, con
otros elementos, se transforman de mil maneras para llegar
al mismo lugar "no tengo tus besos, no tengo tus caricias,
no tengo tu cuerpo"...
Gritar no sirve de nada, patear las paredes tampoco.
No hay límite en que la furia se detenga.
Es que... yo no tengo porque responder, ¡nada que responder!,

¡y que si no tengo tus besos, ni tus caricias, ni tu cuerpo!
¿y que si me quitaste todo y se lo regalaste a un pájaro,
a un cuadro, a una noche fría de Madrid, a un flaneur de labios rosados?,
¡Y qué!, que si no puedo responder, quien me lo va impedir,
quien me lo va negar, quien me va prohibir seguir amándote del sólo recuerdo
de tu amor, de la sola promesa de tu amor al volver.




Carta


ya no me queda nada más que este rectángulo blanco, 

cada vez mas irreal, en forma de palabras tiradas a la nada

 y la confesión harto repetida, de un amor que se canso 

de esperar, que ya no sabe que más inventar: 


con vos toda la poesía se incrusta en la piel, 
 

con la certeza de tu cuerpo me sentí tuyo,

con tus besos sentí mi boca extraviarse,

con vos no hay mundo que se interponga, 

con vos intento detener el tiempo del beso,

con vos la eternidad del momento, 

con vos el viaje sin tiempo, 

con vos salir de mi cuerpo, sacar mi alma, 

y llevarla de tu mano afuera del mundo. 

Te ama y te espera, apilando besos y caricias,

yo.



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